El proceso
Por David Mateo
Es en el dibujo donde se manifiestan las principales habilidades y artificios técnicos del joven artista Yohandrys Suárez, más conocido entre sus amigos como Yohy. Cuando comenzaba a trabajar con sus obras y a indagar en sus procedimientos artísticos, escuché decir a varios jóvenes que estudiaron con él en la Academia San Alejandro que era uno de los mejores dibujantes de su promoción. Y muy pronto me percaté de que estaban en lo cierto, que Yohy no solo posee una destreza natural para el delineado de las imágenes, sino también una habilidad, que no abunda en estos días, para abordar la representación desde cualquiera de sus perspectivas: la de la imitación y la de la improvisación.
Juntos cubrimos una trayectoria larga en la curaduría de su última exposición La gran barricada, asentada en los presupuestos del paisaje. Comenzamos, como es lógico, por el esclarecimiento de un perfil temático: La Habana y su memoria histórica, un tema que venía interesándole desde hacía ya algún tiempo, y luego decidimos concentrarnos en la habilitación y el perfeccionamiento de los recursos representativos de la serie. Buscamos información sobre determinadas épocas de la ciudad, algunos datos primordiales, costumbres, anécdotas, en especial de aquellas etapas entre 1901 y 1952 en las que todavía circulaban los tranvías públicos, y hasta recabamos los consejos de algún que otro especialista de lujo, como el periodista e investigador Ciro Bianchi.
En varias oportunidades dimos por concluida la serie, y por ciertas inconformidades volvíamos a revaluarla y a retomarla desde cero. Confieso que pocas veces he podido experimentar un proceso tan extensivo y dinámico como este, el cual no hubiera sido posible sin la voluntad y el anhelo de evolución del artista, y sobre todo sin esa prolífera capacidad de producción que le caracteriza. Para él no parecía constituir un esfuerzo demasiado agotador el tener que hacer y rehacer los cuadros a partir de mis sugerencias y las evaluaciones asumidas de manera conjunta. Al menos eso era lo que me demostraba, lo que me ofrecía como estrategia para mantener activo el contacto y la expectativa. Llegó un momento, incluso, en el que las temáticas de época y su abordaje alegórico fueron pasando a un segundo plano frente a nuestras preocupaciones por los valores exponenciales y expresivos de las obras.
El ciclo de trabajo para la exposición del Yohy terminó hace apenas unos días, en el momento preciso en el que esas dos variables técnicas de su dibujo, la imitación y la improvisación, lograron converger para hacerse aún más interactivas, complementarias, en la factura de los dos o tres primeros lienzos de la exposición. Tras el esfuerzo por alejarse de la mímesis, por eludir la formalidad y el detallismo compositivo de la arquitectura, de los sujetos que aparecían en sus cuadros, y en el afán por arribar a un tratamiento del entorno desde una óptica más sugerida, insinuada, fue que dimos con los componentes primordiales de esta nueva propuesta artística, que estoy seguro marcarán por un buen rato la impronta visual de su obra. Me refiero al uso combinado de tres aspectos esenciales dentro de la composición: una estampa de época insinuada desde el fondo del cuadro, el despliegue sobre ella de un artificio o velo de carácter transicional, y la recreación en primer plano de seres y animales fantásticos, como una especie de gran descarga expresionista. No caben dudas de que se ha alcanzado el mejor ambiente para el fomento de las potencialidades imaginativas de este creador, en el que se mezclan intuición y racionalidad, orden y caos. No por gusto esa primera exposición en la que todos estos elementos aparecen juntos lleva ese título simbólico de La gran barricada… Fue a través de esas búsquedas formales, metodológicas, que el artista tuvo además la oportunidad de descubrir lo que creo que es una nueva arista metafórica para esos paisajes suyos de la memoria, que se aleja cada vez más del matiz testimonial que lo motivó en un principio. Se trata de una evocación simbólica de la ciudad, de su historia de vida cívica, a partir de la noción de lo fantasmagórico o espectral.
The Process
By David Mateo
It is in drawing where the main skills and technical artifices of the young artist Yohandrys Suarez, better known among his friends as Yohy, are manifested. When I was beginning to work with his works and to investigate his artistic procedures, I heard several young people who studied with him at the San Alejandro Academy say that he was one of the best draftsmen of his class. And very soon I realized that they were right, that Yohy not only possesses a natural skill for the delineation of images, but also an ability, which is not abundant these days, to approach representation from any of its perspectives: that of imitation and that of improvisation.
Together we covered a long trajectory in the curatorship of his last exhibition La gran barricada (The Great Barricade), based on the assumptions of landscape. We began, as is logical, by clarifying a thematic profile: Havana and its historical memory, a subject that had been of interest to him for some time now, and then we decided to concentrate on the habilitation and improvement of the series’ representative resources. We looked for information on certain periods of the city, some essential data, customs, anecdotes, especially those stages between 1901 and 1952 when public streetcars were still running, and we even sought the advice of some other top-notch specialists, such as journalist and researcher Ciro Bianchi.
On several occasions, we considered the series finished, and due to certain nonconformities, we returned to reevaluate it and take it up again from scratch. I confess that I have rarely been able to experience a process as extensive and dynamic as this one, which would not have been possible without the artist’s will and desire to evolve, and above all without that prolific production capacity that characterizes him. For him it did not seem to be too exhausting an effort to have to make and remake the paintings on the basis of my suggestions and the evaluations made jointly. At least that was what he showed me, what he offered me as a strategy to maintain active contact and expectation. There came a time, even, when the themes of the period and their allegorical approach were taking a back seat to our concerns for the exponential and expressive values of the works.
The work cycle for the Yohy’s exhibition ended just a few days ago, at the precise moment in which those two technical variables of his drawing, imitation and improvisation, managed to converge to become even more interactive, complementary, in the making of the first two or three canvases of the exhibition. After the effort to move away from mimesis, to elude the formality and compositional detail of the architecture, of the subjects that appeared in his paintings, and in the eagerness to arrive at a treatment of the environment from a more suggestive, insinuated point of view, we found the primordial components of this new artistic proposal, which I am sure will mark the visual imprint of his work for a long time. I am referring to the combined use of three essential aspects within the composition: a period print insinuated from the background of the painting, the deployment on it of an artifice or veil of transitional character, and the recreation in the foreground of fantastic beings and animals, as a kind of great expressionist discharge. There is no doubt that the best environment has been reached for the promotion of the imaginative potentialities of this creator, in which intuition and rationality, order and chaos are mixed. It is not by chance that this first exhibition in which all these elements appear together bears the symbolic title of The Great Barricade… It was through these formal, methodological searches that the artist also had the opportunity to discover what I believe is a new metaphorical edge for his landscapes of memory, which is increasingly distant from the testimonial nuance that motivated him in the beginning. It is a symbolic evocation of the city, of its history of civic life, based on the notion of the phantasmagoric or spectral.